Estoy confundida. Esta noche he tenido un sueño. No sé si ha sido una revelación al estilo de San José, aunque no me considero especialmente santa.
Pero fue tan real… tan vívido, que no sé qué pensar. Por eso he decidido escribirlo y enviarlo a Info Vaticana, para que ellos lo juzguen y, en última instancia, también lo hagan sus lectores.
Soñé que estaba en la Casa de Santa Marta, en el Vaticano. Me encontraba en la primera planta, justo en una de las habitaciones que están encima de la puerta de entrada. Allí vi que residía el Santo Padre, Francisco, cuyo modesto apartamento pontificio ocupaba cuatro habitaciones: una para dormir, otra para descansar y dos para trabajar. Había mucha, mucha actividad. Vi que el Papa gobernaba desde Santa Marta, moviéndose de una habitación a otra.
En una de las habitaciones estaba el obispo de Barbastro, Ángel Pérez Pueyo, quien ha tomado la costumbre de visitar Roma una vez al mes y, cuando se lo permiten, se acerca a contarle cosas al Papa. Lo vi allí, tranquilo, sin señales de ansiedad. Ya no se mordía las uñas. Estaba mirando su móvil y enviando mensajes de WhatsApp a una tal Ascen. Pude ver uno de los mensajes: decía algo como "cuéntale esto primero a Bastante y luego te contaré el resultado de mi conversación con Francisco para que se lo cantes". No entendí nada. ¿Bastante qué? ¿bastante pringado? ¿bastante mundano? En fin...
De repente, entró en la habitación el Santo Padre y todo se iluminó. El rostro de Pueyo también. Inmediatamente comenzó una animada conversación:
- Papa Francisco: ¿Cómo estás, Pueyito? ¿Y esas uñas? ¿Siguen tensas?
- Obispo Pueyo: Mucho mejor, Santo Padre. Desde nuestra última charla hace un mes, me tranquilicé al saber que todo está atado y bien atado. Yo soy un fiel servidor, el siervo de los siervos de los siervos de Dios.
- Papa Francisco: ¡A ver esas uñas! ¡Pero qué veo! ¡Si están restauradas! ¿Cómo lo lograste en tan poco tiempo? ¿Un milagro en tu diócesis?
- Obispo Pueyo: No, Santo Padre. Dejé de mordérmelas. Seguí el consejo de Infovaticana y me echo un esmalte que sabe muy mal. Así, de paso, me mortifico un poco.
- Papa Francisco: ¡Bien! Por cierto, ya tengo las cosas bastante encaminadas. El tema de Torreciudad sigue según lo previsto. Hablé con Arellano y todo está en orden. Al fin y al cabo, tengo el poder de dispensar las leyes canónicas. El Código de Derecho Canónico no será un obstáculo para cumplir con mi misión de pastor.
- Obispo Pueyo: Eso me tranquiliza mucho, Santo Padre Francisco. No se imagina la tormenta que tengo encima en Barbastro. Los medios ultraconservadores me están sacudiendo. Es que los del Opus tienen la mano muy larga y mucho poder. Van a por mí, quieren derribarme. Me he puesto firme con ellos, pero no paran de lanzar cosas en mi contra, de poner a la prensa y al resto de los obispos españoles en mi contra...
- Papa Francisco: ¿Qué dijiste? Cuéntame, cuéntame bastante.
- Obispo Pueyo: Pues me han puesto el mote de Trampantojo Llorón, y mis compañeros obispos se están despiporrando. El apodo se ha extendido como la pólvora y ya me llaman así incluso en la Conferencia Episcopal.
- Papa Francisco: Bueno, no te preocupes. Son las contradicciones propias de tu fidelidad al Santo Padre. Dios te lo va a recompensar, pero ya en esta vida, estoy bastante seguro. Bastante.
- Obispo Pueyo: Mire, mire, le he traído una carpeta llena de recortes de prensa. He impreso muchas noticias en las que me insultan, me acusan de todo tipo de cosas, y sólo por intentar hacer cumplir su Motu Proprio. Mire, mire: aquí me llaman trampantojo, aquí dicen que me tienen que echar de la diócesis, en esta otra que si me dejo influenciar por mis feligresas... Ya no puedo más.
- Papa Francisco: Comprendo...
- Obispo Pueyo: Soy un mártir por defender la verdad y el orden. Me están consumiendo vivo, empezando por las uñas...
- Papa Francisco: Dale, Pueyín, no te pongas dramático, que tampoco es para tanto. Si estás cada dos por tres en Roma tomando limoncello. Tan mal no estás. ¿Y qué más te trae por acá?
- Obispo Pueyo: Pues mire, le he traído una tarta de Monzón. La han hecho con bastante cariño, las Hermanas Pobres de Santa Clara. Tienen un obrador, que quiero expropiar para devolvérselo al pueblo. ¿Podríamos aprovechar que Arellano estará por la zona para hacer un me-lo-quedo?
Y ahí me desperté. Sudada. Bastante sudada.
Aurora Buendía
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