Parece que en estos días ser crítico con el Opus Dei se ha convertido en una moda de lo más rentable para los medios de comunicación. Entre las acusaciones de codicia, manipulación y poder, no faltan titulares jugosos que, aunque más propios de una película de conspiración, consiguen hacerse pasar por análisis serios y profundos. Pero ¿qué hay detrás de este empeño por arrojar sombra sobre una institución que, para algunos, parece haber sido ideada por los villanos de las novelas de Dan Brown?
Un reciente artículo en El País ha optado por un título cautivador: "Manipulación, codicia y poder: la historia no contada del Opus Dei". Suena impactante, ¿verdad? Uno casi espera encontrar revelaciones tan escalofriantes como las de un thriller. Sin embargo, al leerlo, se descubre que el contenido es más de lo mismo: acusaciones vagas, denuncias de manipulación sin pruebas contundentes y, por supuesto, una visión retorcida de cualquier movimiento económico que la institución haya realizado en sus décadas de existencia. Porque, claro, si eres una organización religiosa con éxito financiero, automáticamente debes ser codicioso y manipulador, ¿no? La lógica es innegable.
Pero no es solo El País quien se apunta a este carro. El Diario también ha lanzado su propio misil, advirtiendo sobre "la alarma que el Opus Dei causa en una causa judicial en Argentina". Porque si un grupo de personas en Argentina están involucrados en un juicio, entonces el Opus Dei entero debe estar temblando, o al menos, eso querrían hacernos creer. Resulta que en este proceso se acusa a algunos miembros de haber mantenido a mujeres en un régimen de servidumbre. Unas acusaciones serias, sin duda, pero, ¿qué tiene esto que ver con la organización en su conjunto? Ah, eso es un detalle menor; lo importante es sembrar el pánico.
La trama argentina continúa con otro artículo de El País, que asegura que la justicia de ese país "acusa a antiguos cargos del Opus Dei de someter a 43 mujeres a un régimen de servidumbre y trata". El tono es alarmista, la imagen es poderosa, y el mensaje es claro: el Opus es el culpable. Da igual si el proceso judicial está en marcha y si hay muchos detalles por aclarar; lo fundamental es que la institución ya ha sido juzgada en la prensa.
Lo más curioso de todo este fenómeno es cómo las críticas hacia el Opus Dei parecen repetirse como un eco, siempre con las mismas acusaciones, las mismas insinuaciones de poder oculto y codicia sin límites. Es como si, al no encontrar nuevo material, los detractores simplemente reciclaran viejas teorías de conspiración para mantener viva la llama del escándalo.
Por supuesto, no se puede negar que las instituciones religiosas, como cualquier otra organización, están compuestas por personas y, por tanto, no están exentas de errores. Pero de ahí a sugerir que el Opus Dei es una especie de organización secreta controlando el destino de naciones y manipulando la mente de sus miembros, hay un largo trecho.
En resumen, parece que lo importante es mantener el relato de "todos contra el Opus". Porque, al fin y al cabo, ¿qué mejor manera de vender noticias que apuntando hacia un enemigo común, aunque este sea más imaginario que real?
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