Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante, ha compartido un vídeo en su canal de YouTube donde muestra una reunión virtual que sostuvo con un grupo de individuos con orientación homosexual que desean vivir de acuerdo con las doctrinas de la Iglesia Católica. Recogemos aquí su intervención completa.
Me habéis pedido esta reflexión. Comprendo perfectamente que tengáis deseo de aclarar una cuestión como ésta, ¿no? Y además no es porque a vosotros os afecte de una manera especial, por el hecho de que vosotros seáis católicos, que habéis pedido a la Iglesia, vuestra madre, que os ayude, os acompañe por experimentar tendencias homosexuales y queréis que la Iglesia os ayude a vivir la virtud de la castidad.
No es porque a vosotros os afecte más, es que esta es una pregunta que en este momento muchísimos católicos se la formulan por el hecho de que han conocido que ha habido en el seno de la Iglesia y desde la congregación para la doctrina de la fe, ha habido dos pronunciamientos que son de difícil conjugación o que quizás hay que hablar y hay que aclarar de qué manera se entienden y se conjugan.
Ante las noticias de que la congregación para la doctrina de la fe ha hecho ahora, con su nuevo cardenal prefecto, Monseñor Víctor Manuel Fernández, una declaración a este respecto sobre si la Iglesia puede impartir bendiciones homosexuales distinta a la que hace dos años, tan solo dos años, hizo el cardenal Ladaria y ambas declaraciones han recibido la bendición del Papa Francisco, se ha generado una cierta polémica, y yo entiendo la pregunta, ¿podría la Iglesia impartir la bendición de los asombros homosexuales?
Y hecha por vosotros, la entiendo perfectamente, porque uno dice: estamos haciendo una apuesta muy fuerte en nuestra vida por descubrir el designio de Dios y por caminar en el seguimiento a Jesucristo sabiendo que llevamos dentro de nosotros esa inclinación de atracción homosexual y sabiendo que queremos adecuarnos al ideal evangélico, llevamos una lucha y ahora algunos si nos dicen que la Iglesia hace la interpretación, que algunos medios de comunicación la han hecho, de que la Iglesia ahora asume de alguna manera la agenda LGTB, pues hombre, entonces comprendo que digáis, entonces, ¿yo qué estoy haciendo? Lo comprendo perfectamente, pero también os digo que la duda no solamente es de vosotros, sino que muchos católicos piden una palabra de aclaración, por eso me he decidido a contestaros y además también a que quede grabada mi contestación para después publicarla, pues en el canal de YouTube.
Vamos por partes, voy a intentar ser breve, pero también exhaustivo. El 22 de febrero del año 2021, el entonces cardenal prefecto de la doctrina de la fe, que era Monseñor Ladaria, respondió a una dubia que se había allí presentado sobre si la Iglesia dispone del poder -muy importante la pregunta- para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo Y la respuesta fue negativa: No, no dispone de ese poder. Esta fue la respuesta, también asumida por el Papa. Comenzaba diciendo, el contexto era el siguiente, de la nota explicativa: en algunos ambientes eclesiales se está difundiendo proyectos y propuestas de bendiciones para uniones de personas del mismo sexo, no pocas veces estos proyectos están motivados por una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento de personas homosexuales, a las cuales se proponen caminos de crecimiento en la fe, con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida, que Dios ama a cada persona, como también lo hace la Iglesia, rechazando toda discriminación injusta. Ese es el contexto.
¿De dónde nace esa pregunta? La congregación de la Doctrina de la Fe quería, obviamente, responder a quienes en muchos lugares de la Iglesia estaban queriendo acompañar a personas con tendencias de atracción homosexual, como vosotros sois acompañados, y constataba que en muchos lugares, en muchos sitios podía haber contradicciones en la manera de acompañar a esas personas, porque para acompañar bien hay que encajar la verdad y la caridad. De ahí nació esa pregunta y esa respuesta. La finalidad de esta intervención que hizo la congregación es responder a las exigencias del Evangelio, además de dirimir las controversias y de favorecer la sana comunión en el pueblo de Dios, porque obviamente no es de recibo que en un lugar se dé una respuesta totalmente contradictoria con la que se da en otro lugar. En África una cosa, en Alemania otra. Obviamente ese no es el Evangelio de Jesucristo. El Evangelio de Jesucristo tiene una palabra para todos nosotros, más allá de los condicionamientos culturales. Por ejemplo, cuando Jesús habló de la indisolubilidad del matrimonio, y la Iglesia lo predica hoy, lo tiene que predicar en sitios donde la poligamia está asumida culturalmente o en otros sitios donde es fácil predicar la indisolubilidad del matrimonio, es decir, el Evangelio es el que es más allá de los condicionamientos culturales.
Pero la clave es que estamos ante un recurrente dilema dualista entre verdad y caridad. Esto es muy frecuente. Eso es lo que nos divide y las distintas interpretaciones. O confesamos una verdad de forma hiriente, faltando a la caridad, o proclamamos una caridad complaciente, que dista de la verdad. Y entonces, por eso la Iglesia intervino en esa respuesta para superar ese dualismo de verdad frente a caridad. Y además no podemos olvidar que la principal manifestación de la caridad es transmitir la verdad. Si no se transmite la verdad, no se tiene una verdadera caridad. Si yo, por ejemplo, quisiera ir con vosotros de complaciente, si quiero ser un guay, un queda bien, diciendo palabras complacientes y no transmitiendo la verdad del Evangelio, no estoy siendo verdaderamente caritativo. Si lo transmitiese de una manera hiriente, sin una acogida incondicional a las personas con su historia, con su historia personal, conociéndolas personalmente y acompañándose en su historia, también entonces la verdad, esa verdad hiriente, que no respeta, o que pasa por encima, o que ignora el recorrido de las personas, tampoco sería la verdad cristiana. Verdad y caridad tienen que estar unidas.
Entonces aquí hay un tema clave, lo dice la nota explicativa. La Iglesia recuerda que Dios mismo no deja de bendecir a cada uno de sus hijos, peregrinos en este mundo, porque para él somos más importantes que todos los pecados que podamos hacer. Pero no bendice, ni puede bendecir el pecado. Bendice al hombre pecador para que se reconozca como parte de su designio de amor y se deje cambiar por Dios. Él, Dios, de hecho -esta es una frase de San Agustín genial- Dios nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos. Dios te ama tal y como eres, pero cuando te dejas amar, te transforma, te santifica. Esta es la clave. Dios bendice a los pecadores, no bendice al pecado. Jesús acogió a aquella mujer pecadora. Podríamos decir que bendijo a aquella mujer pecadora, a la que querían apedrear. Jesús le dijo: tampoco yo te condeno, vete y no peques más. Jesús bendijo a aquella mujer, pero no bendijo la vida promiscua que tenía. No, no la bendijo. Jesús no le dijo, vete y tráeme a tus parejas que os voy a bendecir. No, eso no lo dijo. Jesús bendijo a aquella mujer y le dijo, vete y no peques más. El evangelio es muy claro. El evangelio no necesita de muchos títulos académicos para entenderlo, los sencillos lo entienden. Esto que estoy diciendo es obvio. Jesús bendijo a aquella mujer pecadora. No bendijo sus relaciones. Las relaciones que tenía no se le ocurría obviamente decir, te voy a traer mis parejas y nos bendices. No le dijo eso. Era imposible que Jesús bendijese las relaciones que estaba temiendo. Le dijo, vete, yo te bendigo a ti, vete y no peques más.
Dios nos quiere como somos y al mismo tiempo nos llama la santidad. Y es verdad que Dios tiene paciencia y que asume que nuestro caminar puede ser lento, pero obviamente Dios no puede bendecir un camino que vaya en la dirección equivocada, entonces es como si nos estuviese mintiendo, como si no nos estuviese verdaderamente amando, como si no desease para nosotros el bien. Dios no puede bendecir una relación que va en la dirección equivocada.
Es verdad que hay que tener una gradualidad. San Juan Pablo II dijo un término que es muy luminoso en la Familiaris Consortio. Es verdad que hay que tener una gradualidad. Sí a la gradualidad, sí a la ley de la gradualidad, pero no a la gradualidad de la ley. Sí a la ley de la gradualidad porque hay que tener la capacidad de acompasarnos en el crecimiento de las personas, pero no a la gradualidad de la ley. Aquella mujer le dijo, vete y no peques más. No le dijo, vete y peca poquito o un poco menos que antes. No, le dijo, vete y no peques más. No a la gradualidad de la ley. Tenemos que tener valentía, parresía. Hoy en día es necesaria la parresía y la valentía para proclamar que es lo que la Iglesia Católica cree en la verdad moral con respecto a la homosexualidad.
Y de la misma forma, el punto 2358 del Catecismo de la Iglesia Católica dice que según la enseñanza de la Iglesia, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben de ser acogidos con respeto, compasión, delicadeza, se evitará sobre ellos todo signo de discriminación injusta... Dice también, con respecto a los actos homosexuales, en el punto 2357, los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados, son contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual al don de la vida, no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual, no pueden recibir la aprobación en ningún caso. Fijaros, la Iglesia distingue entre las personas con inclinaciones homosexuales, a las cuales acompaña, bendice para que vayan creciendo, pero de los actos homosexuales que sí son contrarios al designio de Dios, claramente contrarios.
Y la Iglesia tiene claro que la inclinación homosexual no es en sí misma pecado, cada vez tenemos más conciencia, que os voy a decir yo a vosotros, madre mía, cada vez tenemos más conciencia de que puede haber múltiples heridas afectivas en el origen de una tendencia homosexual. Y aunque sea una inclinación que si nos dejamos arrastrar por ella nos podría arrastrar a actos inmorales, sin embargo Dios nos da la gracia, y a vosotros os la está dando, de vivir vuestro camino de santidad, ¡si estáis llamados plenamente a la santidad!, vivir vuestro camino a la santidad dentro de esa inclinación homosexual que tenéis. Y quién sabe lo que Dios pueda querer para vosotros el día de mañana, pero lo que está claro es que estáis llamados a la santidad, Dios puede reorientar una inclinación homosexual o sencillamente permitirnos que completemos el camino de nuestra vida viviendo en santidad junto con esa inclinación.
Vamos un poco más adelante, porque la nota explicativa hablaba sobre las bendiciones. Ahí se decía, ¿tiene la Iglesia poder, autoridad para impartir bendiciones?, que obviamente es una bendición litúrgica. Y dice aquella nota: "entre las acciones litúrgicas de la Iglesia revisten una singular importancia los sacramentales, signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida". Es decir, la pregunta era sobre si las uniones homosexuales pueden recibir una bendición sacramental. El juicio negativo sobre estas bendiciones no implica, como hemos dicho, el juicio sobre las personas. El motivo del no a la bendición a las uniones homosexuales es triple, aunque son tres razones que están íntimamente conectadas.
El primero viene dado de qué son las bendiciones, porque estas pertenecen al género de los sacramentales, que son acciones litúrgicas de la Iglesia que exigen una consonancia de vida con aquello que significan. Es decir, una bendición sobre una relación humana requiere que esta relación humana esté ordenada al designio de Dios, si no no puede recibir esa bendición. Por eso no únicamente las uniones homosexuales no pueden recibir esa bendición, sino tampoco otro tipo de relaciones que, aunque no sean homosexuales, no pueden recibir esa bendición. Por ejemplo, imagínate, que alguien dice que se ha enamorado de su secretaria. Vengo a que usted me bendiga mi relación con mi secretaria y a mi mujer ya la he dejado de querer y la he abandonado. Yo no le puedo bendecir esa unión con esa secretaria de usted, porque es contraria al designio de Dios, a la vocación que le ha dado usted al matrimonio, por ejemplo.
Hay un segundo motivo por el que se explica el no a la bendición de las uniones homosexuales. El designio de Dios con respecto al amor conyugal, ¿cuál es? Pues es el de la unión de un hombre con una mujer abiertos a la transmisión de la vida, una unión estable para siempre. Ese es el designio de Dios. Entonces, en realidad, ese designio no se realiza en una unión homosexual. La unión de un hombre y una mujer abiertos a la transmisión de la vida no acontece en una unión homosexual, motivo por el cual no puede recibir esa bendición.
Y el tercer motivo añadido es que esa bendición supondría una simulación, supondría una simulación sacramental. Si una pareja de personas homosexuales van a la iglesia y reciben, vamos a recibir nuestra bendición en el día tal, como se han hecho por ahí en algunos lugares que hemos visto en algunas fotografías en otras naciones. Eso es una simulación, obviamente. Es una especie de una imitación, una analogía de una bendición nucial que está, obviamente, faltando la verdad. Fijaros bien, os voy a leer un párrafo, un párrafo de esta nota explicativa. Dice: "además, ya que las bendiciones sobre personas están en relación con los sacramentos, la bendición de las uniones homosexuales no puede ser lícita, en cuanto serían, en cierto modo, una imitación o una analogía con la bendición nupcial invocada sobre el hombre y la mujer que se unen en el sacramento del matrimonio". Y ahora viene una cita de Amoris Laetitia de la encíclica del Papa Francisco número 251. Escuchadla con atención: "Ya que no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia". Es decir, no tiene nada que ver, por lo tanto, si una unión homosexual no tiene nada que ver, ni siquiera remotamente, analógicamente, ni siquiera, no puede recibir una bendición sacramental que, de alguna manera, imite al sacramento del matrimonio.
Para que veáis que esto es algo que en el seno de la Iglesia es claro y no es exclusivo esto con respecto al tema de la homosexualidad, por poner un ejemplo, en la encíclica Familiaris Consortio, San Juan Pablo II, en el punto 84, llamó la atención de que los matrimonios que se hubiesen divorciado y que se habían vuelto a casar, y a veces pedían a la Iglesia una ceremonia, -claro, como no me puedo casar por la Iglesia porque estoy divorciado, pido una ceremonia en la que reciba una bendición, aunque no sea sacramento, pero reciba una bendición-. Pues San Juan Pablo II, en esa encíclica sobre la familia, en el punto 84, dijo, esa bendición no se puede dar, porque obviamente es simular un matrimonio, es jugar con la bendición, sin que verdaderamente se esté acogiendo la gracia que Dios quiere dar.
Continúa la nota explicativa de aquel pronunciamiento de hace dos años de la Congregación para la Trinidad de la Fe, y dice, obviamente, esto no excluye que se puedan impartir bendiciones a personas individualmente con inclinaciones homosexuales. Por ejemplo, vosotros, ¿cuántas bendiciones habéis recibido de la Iglesia? ¿Cuántas veces nos hemos juntado a orar y habéis recibido la bendición del Santísimo Sacramento? Y personalmente, claro, todos necesitamos las bendiciones de Dios, y vosotros, pues diréis, yo más, y yo más también, aquí todos las necesitamos.
Doy un paso más, porque esa declaración tan clara, tan diáfana, porque es muy clara, muy evangélica la declaración que se hizo hace dos años, por parte del Cardenal Nadaria, el Cardenal Prefecto de la Doctrina de la Fe, y confirmada por el Papa, era una declaración muy clara, nítida, evangélica. El Evangelio es así, es sencillo y es nítido. No juega el Evangelio a las complicaciones, a las elucubraciones: es nítido y sencillo. Acordaros que dice el Señor, te doy gracias, Padre, porque estas cosas se las has ocultado a los sabios e inteligentes y se las ha revelado la gente sencilla. Esto que estoy explicando lo entiende tanto desde un catedrático como alguien que no ha llegado a hacer el graduado escolar. Lo firma el Santo Padre, lo firma el Cardenal Prefecto, y dice, el Santo Pontífice Francisco, en el curso de una audiencia concedida al suscrito secretario de esta congregación, ha sido informado y ha dado su asentimiento a la publicación de este responsunadubion, con la nota explicativa adjunta, 22 de febrero de 2021, fiesta de la Cátedra del Apóstol San Pedro.
¿Por qué subrayo esto? A ver, subrayo esto porque el Santo Padre está diciendo que la Iglesia no tiene poder, no tiene autoridad, para poder impartir la bendición a las uniones homosexuales. No tiene poder. No es que no quiera, no es que no le parezca oportuno hacerlo hoy y mañana, más adelante ya lo veremos. No es que en un lugar igual no, pero en otro lugar cada obispo que vea y distierna si puede ser. No, no, no, eso no lo dice. Dice que la Iglesia no tiene autoridad y por lo tanto no puede cambiarlo, no puede cambiarlo. ¿Entonces puede venir un sínodo y lo cambia? No, no puede venir un sínodo y lo cambia. ¿Puede venir un concilio y lo cambia? ¿Puede venir el Papa siguiente y cambia? ¿El Papa puede cambiar dos años después lo que dijo antes? No, no es así. De lo contrario sería una quiebra del magisterio de la Iglesia, especialmente porque ese pronunciamiento realizado hace dos años estaba fundado clarísimamente en razones evangélicas y en la tradición de la Iglesia.
Digo esto por el hecho de que ahora hemos, el motivo también de vuestra pregunta, pues es el hecho de que ha habido otros dubia, cinco cardenales que han dirigido unos dubia, unas preguntas, al nuevo cardenal precepto de la congregación de la doctrina de la fe, Monseñor Víctor Manuel Fernández, y entonces han obtenido una respuesta. Entre las preguntas, una de ellas era referida a este mismo tema, al tema de la bendición de las uniones homosexuales. Entonces se ha dado una respuesta y aquí se ha formado un pequeño lío. ¿Esta respuesta y la anterior son compatibles, son contradictorias? Se ha formado esa polémica. Voy a ello. La respuesta que se da en este momento, en el año 2023, es la siguiente.
Está dividida en en seis puntos. El primero dice "la Iglesia tiene una concepción muy clara sobre el matrimonio, una unión exclusiva, estable e indisoluble entre el varón y la mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos. Solo a esa unión llama matrimonio. Otras formas de unión solo lo realizan de modo parcial y análogo, por lo cual no pueden llamarse estrictamente matrimonio". Me permito aquí hacer una matización. Monseñor Víctor Manuel Fernández cita un punto de Amoris Laetitia en el que dice que hay otro tipo de uniones, pero no se está refiriendo a las homosexuales en ese momento, sino a otro tipo de uniones heterosexuales que no son matrimonio, que de alguna manera, dice, de modo parcial y análogo imitan al matrimonio, pero no son matrimonio. Porque es que cuando Amoris Laetitia, en el punto 251, se refiere a las uniones homosexuales, allí dice "no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías ni siquiera remotas entre las uniones homosexuales y el designio de Dios o el matrimonio". O sea, creo que esta precisión es importante, porque Amoris Laetitia dijo que entre las uniones homosexuales y el matrimonio no había similitud ni analogía ni siquiera remota. Este punto creo que es importante.
Segundo punto de la respuesta, no es una mera cuestión de nombres, sino que la realidad que denominamos matrimonio tiene una constitución esencial, única, que exige un nombre exclusivo, no aplicable a otras realidades, sin duda es mucho más que un mero ideal. Por esta razón, la Iglesia evita todo tipo de rito o de sacramental que pueda contradecir esta convicción y dar a entender que se reconoce como matrimonio algo que no lo es. Este punto parecería que ya en él está dicho todo, pero luego vienen cuatro puntos más. Dice, "no obstante, en el trato con las personas no hay que perder la caridad pastoral, que deben atravesar todas nuestras decisiones y actitudes". Obvio, ¿no? "La defensa de la verdad objetiva no es la única expresión de esa caridad, que también está hecha de amabilidad, paciencia, de compresión, de ternura, de aliento". Obvio. "Por consiguiente, no podemos constituirnos en jueces que solo niegan, rechazan, excluyen". Obvio.
Siguiente punto. "Por ello, la prudencia pastoral debe discernir adecuadamente si hay formas de bendición solicitadas por una o varias personas que no transmitan una concepción equivocada del matrimonio, porque cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un padre que puede ayudarnos a vivir mejor".
Por otra parte, siguiente punto, "si bien hay situaciones que desde el punto de vista objetivo no son moralmente aceptables, la misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de pecadores a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva".
Y el último punto dice "las decisiones que en determinadas circunstancias puedan formar parte de la prudencia pastoral no necesariamente deben convertirse en una norma", es decir, no es conveniente que una diócesis, una conferencia episcopal o cualquier otra estructura eclesial habiliten constantemente y de modo oficial procedimientos o ritos para todo tipo de asuntos, ya que todo aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma, porque esto daría lugar a una casuística insoportable. El derecho canónico no debe ni puede abarcarlo todo y tampoco deben pretenderlo las conferencias episcopales con sus documentos y protocolos variados, porque la vida de la iglesia corre por muchos cauces además de los normativos.
Muchas personas han dicho, oye, esto último etcétera y todo esto, ¿a qué se refiere? Claro, tiene muchas interpretaciones, tiene muchas interpretaciones, porque claro, una interpretación sería, las conferencias episcopales no tienen que entrar en normativas, en normativas etcétera, porque ya está dicho suficientemente claro lo que se dijo hace dos años con la declaración de que la iglesia no tiene poder para impartir bendiciones a uniones homosexuales. Podría ser esa una interpretación, pero claro, no es esa la interpretación que los medios de comunicación han transmitido, ¿no? De hecho, muchos titulares, me voy a referir a los titulares, es el Papa parece dar libertad a los obispos para que bendigan a parejas homosexuales, el papa parece ahora estar abierto a las bendiciones, los propios cinco cardenales que manifestaron esos dubias han manifestado que las respuestas las generan más dubias, más dudas, ¿no? Y ciertamente no es fácil entender, vosotros también me lo habéis manifestado que no lo entendíais, tampoco yo, ¿qué quiere decir en concreto o cómo se entiende en alguna de estas expresiones? O si lo que ocurre es que se está renunciando a responder en concreto y se sugiere que cada uno disierna su propia respuesta según las circunstancias, ¿no? Lo cual obviamente no sería de recibo.
Estos cardenales han vuelto a reformular, al ver esa respuesta, han vuelto a hacer una reformulación de su dubium y ahora lo han preguntado de la siguiente manera: "¿es posible que en algunas circunstancias un pastor pueda bendecir uniones entre personas homosexuales sugeriendo así que el comportamiento homosexual como tal no sería contrario a la ley de Dios y al camino de la persona hacia Dios? Vinculada a esta dubia es necesario plantear otra, ¿sigue siendo válida la enseñanza sostenida por el Magisterio Ordenario Universal según la cual todo acto homosexual fuera del matrimonio y en particular los actos homosexuales constituyen un pecado objetivamente grave contra la ley de Dios independientemente de las circunstancias en las que tenga lugar y de la intención con las que se recibe?" Esta es la reformulación que han hecho. No sabemos si la tendrán respuesta o cómo será. Pero en lo que sí que es importante es que la respuesta es: calma, lo confuso no puede ser lo que aclare, no puede ser el punto de interpretación de lo que es claro. Ciertamente la declaración que era clara, diáfana, evangélica, es la realizada hace dos años, y lo que es claro no se puede entender desde lo confuso, más bien lo confuso tiene que ser lo que se ilumine desde lo que es claro y diáfano, no al revés.
No olvidemos que las dos respuestas, las dos respuestas dadas con dos años y pocos meses de diferencia, las dos están asumidas por el Santo Padre y que la primera decía que la Iglesia no tiene autoridad para poder impartir, no dice que no quiera, no, dice que no tiene autoridad para poder impartir. El magisterio no puede contradecirse porque de alguna manera se destruiría, se destruiría así mismo. Con lo cual, ¿qué es lo que debemos de hacer? Pues atenernos a lo que está claro y pedir al Señor que aclare lo que no está claro y pedir a Dios la luz para el magisterio de la Iglesia, pedir al Dios esa luz y orar mucho por la Iglesia porque obviamente la Iglesia también participa de esta crisis de relativismo en la que está subsumida nuestra cultura.
También nosotros tenemos secularización interna, vaya que si la tenemos, también nosotros tenemos el riesgo de mundanizarnos, tenemos que orar por la Iglesia con pasión sabiendo que Jesucristo entregó su vida por ella, orar intensamente por la Iglesia para que pueda. Cumplir esa encomienda que Jesús le hizo de acompañarnos en ese camino hacia la salvación, orar intensamente por la Iglesia. La Iglesia os continúa acompañando también a vosotros haciendo todo lo posible para que viváis en la libertad de los hijos de Dios, para que todos vivamos en la libertad de los hijos de Dios.
Hay una gran batalla para quitarnos la libertad, una gran batalla. También me habéis oído muchas veces decir que hemos pasado de la proclamación del amor libre al sexo esclavo. Es notorio, es notorio como hoy en día hemos experimentado que cuando el amor se ha desligado de la naturaleza, de la moralidad también que está inscrita en la ley natural, entonces ha derivado en esclavitudes, del amor libre hemos pasado al sexo esclavo y ese sexo esclavo lo estamos sufriendo, lo estamos padeciendo.
Nunca habíamos hablado tanto de libertad y nunca habíamos sido tan esclavos, llenos de adicciones que nos quitan la libertad de los hijos de Dios. Y además con una esclavitud que es especialmente perniciosa porque la esclavitud más consolidada es aquella que consigue que los esclavos sientan placer en ser esclavos. Esto es lo que está ocurriendo, por ejemplo, con la extensión de la pornografía que nos mantiene esclavos y nos da placer en ser esclavos. Por eso es clave que la Iglesia nos siga acompañando a todos en esta gran batalla porque la virtud de la castidad, si algo es, es una virtud liberadora, liberadora.
Decimos, Señor, enséñame a amar, enséñame a amar, enséñame a completar mi camino hasta la santidad. Que os quede muy claro que lo único importante de nuestra vida no es si uno tiene una tendencia homosexual, no, no. Lo único importante en esta vida es nuestra vocación a la santidad. Cada uno está llamado con sus dones, con sus carismas, con sus límites, con sus heridas, con sus heridas a caminar hacia la santidad. Que cada uno tiene un escenario, un escenario en el que acontece esa gran batalla por la santidad, como está aconteciendo en vuestra vida y en la mía y en todos aquellos que deseamos seguir a Jesús. Os doy mi bendición y os pido también vuestra oración intensa por la iglesia. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
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